martes, 26 de junio de 2012

Día 73 - Varanasi


Partimos desde el aeropuerto de Kathmandú para despedirnos de Nepal al mediodía y tras un corto viaje de apenas una hora, aterrizamos perfectamente en la ciudad de Varanasi, India. Si bien solo permaneceríamos en esta ciudad por unas pocas horas, en dicha ciudad es donde comenzaría nuestro viaje por este país con una cultura y una realidad tan particulares.

India es un país territorialmente grande pero además es el segundo país más poblado del mundo con mil doscientos millones de habitantes que se distribuyen en veintiocho distritos. Tiene dieciocho lenguas oficiales y más de setecientos dialectos; cada ciudad es como un estado en sí misma, con su idioma, sus costumbres y sus particularidades.

El 75% de los habitantes son hinduistas, un 12% son islámicos y el resto se divide en otras religiones minoritarias, pero la gente respeta la elección de cada uno sin problemas. Los hinduistas que son la gran mayoría tiene una religión que se basa en la mitología, teniendo más de trescientos treinta millones de dioses de muchos tipos y para ellos los mismos viven en los cuerpos de las vacas; esa es una de las razones por lo que estos animales se consideran sagrados en el país. Hay tres dioses principales que son Brahma, Vishnu y Shiva, pero el último de los mencionados es el que tiene más templos y a quien se reza más.

Como cultura el territorio es un lugar milenario, ya que tiene más de cinco mil años de historia, pero como país en sí es muy reciente, obteniendo su independencia de los británicos en plena segunda guerra mundial, más precisamente el 15 de agosto de 1947, instalándose la actual democracia.

Varanasi es una ciudad antigua pero además es muy importante para los hinduistas porque es la de mayor relevancia espiritual. Aquí se encuentra el famoso río Ganges y es el lugar a donde vienen miles de peregrinos en busca de la purificación de sus pecados para llegar al paraíso, a Nirvana.

Al bajar del avión nos abrazó el calor de India. Le pregunté más tarde a uno de los guías por la temperatura y me dijo que rondaba los 45 grados Celsius. Es como estar adentro de un gran horno. En este país hay montones de controles a las valijas y los bolsos, incluso para entrar a los hoteles. Luego de que nos revisaran las cosas en varias oportunidades, fuimos trasladados al hotel donde pasaríamos la noche.

Dejamos las cosas en la habitación y en seguida salimos a nuestro primer paseo, un pequeño tour en uno de los vehículos típicos de la ciudad llamado “Rickshaw” que es una especia de triciclo muy similar al tuk-tuk que ya hemos visto en otros lugares pero esta vez el conductor tiene una bicicleta y no una moto. Salimos desde el hotel en parejas y nos llevaron hasta un lugar un par de kilómetros más hacia el centro. Ahí vimos por primera vez el desorden que India tiene por tráfico, la mugre, polvo y tierra en las calles y nos llamó la atención que no vimos tanta gente como pensábamos.

Desde donde terminaba el paseo seguíamos el camino en bus hasta una fábrica muy antigua de la ciudad en donde hacen muchos productos de seda. Habíamos estado ya en una en China, pero esta es un poco más artesanal. Nos mostraron parte del proceso y luego muchísimos de los productos que obviamente nos querían vender y para su suerte lo lograron.

Ya en la noche volvimos al hotel para la cena y luego descansar ya que al día siguiente comenzaríamos a las 4 am con los paseos por la ciudad.

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