Una vez más nos encontramos con un
día gris, lluvioso y muy poco atractivo. Igualmente teníamos que ir hasta la
agencia por si nos decían que el tour se hacía igual y nosotros ya habíamos
entregado todo el dinero. Desayunamos y allá salimos.
Para esa hora todavía no llovía.
Nos juntamos cuarenta y ocho compañeros del grupo de viaje más cuatro o cinco
extranjeros (un par de franceses y algunos japoneses). El “capitán” del barco
nos dijo que podíamos salir, que el tiempo estaba bien y que “un poco” de
lluvia no era problema. Le creímos como unos ingenuos y nos subimos a un barco
bastante grande con dos pisos, el primero con una gran parte techada y arriba
con un pequeño techo en el centro.
Para esa altura ya estaba lloviendo
un poco, pero después se detuvo. Salimos desde el puerto con mucho entusiasmo y
grandes expectativas por conocer algunas de las grandes playas de phi-phi. Tras
media hora de viaje o poco menos, el viento empezó a soplar y eso trajo consigo
las primeras olas.
El barco se empezó a hamacar,
primero un poquito y después MUCHO. Yo no quiero sonar como un exagerado, pero
nos dijeron (después) que las olas alcanzaron hasta los tres metros. Por
momentos realmente parecía que el barco se iba a dar vuelta. Para peor se largó
a llover CON TODO, por lo que éramos cincuenta personas apretadas bajo el
pequeño techo del piso de arriba mientras el barco iba de un lado para el otro.
Ahí aparecieron las primeras caras de mareo y síntomas de nauseas.
Como sabios precavidos, nos
habíamos tomado un “aeromar” cada uno, los cuales podrían haberse cotizado como
oro en ese momento. La lluvia que golpeaba fuerte estaba muy fría y algunas
compañeras empezaron a temblar, un poco por el frío y otro por el susto. Ahí se
me cruzó por primera vez por la cabeza la expresión “a la mierda, ¿dónde nos
metimos?”.
Por si alguien se lo está
preguntando, la tripulación del barco mientras se mataba de la risa y nos
decían que todo estaba bien, pero era difícil creerles. Así viajamos cerca de
una hora y media hasta la primera parada, la playa bamboo. Capaz que es un
divino lugar en condiciones normales, pero en este día en particular era una
playa normal y hasta sucia que no valía la pena.
Al principio, cuando el barco se
detuvo, pensé que claramente el tipo estaba loco y que nadie se iba a bajar.
Dado que era un barco grande, no podía acercarse mucho a la orilla, por lo que
ellos llevaban (a quienes quisieran) en kayak o se podía ir nadando; la
distancia era cerca de cien metros. Yo no podía entender cómo era posible que
no estuviéramos yendo de vuelta al puerto. Ahora sí ya eran MUCHAS las personas
con cara de preocupación y varios los que estaban vomitando. Le pregunté al
capitán si después de esa parada volvíamos y me dijo que primero iríamos a otra
playa y después sí al puerto. Claramente el tipo estaba demente.
Los compañeros, ya mojados y
aprovechando que estaban ahí, empezaron a cruzar hasta la playa. Al principio
me parecía una locura, pero terminé yendo yo también. Ro prefirió quedarse en
el barco aunque ella por suerte no se sentía mal pero no quiso arriesgarse. Me
fui en Kayak con un amigo bajo la lluvia.
Media hora o poco más después,
volvimos en tandas hasta el barco. Yo (que ya tenía ganas) me añadí a la
invitación de un amigo para ir nadando y nos tiramos al agua (con un chaleco
salvavidas por las dudas) y nadamos el trecho de aproximadamente cien metros.
Eso sí estuvo bueno y con corriente y todo fue muy cansador. Cuando faltaba volver
dos o tres personas se largo a llover MUY fuerte y acompañado de MUCHISIMO
viento. Ahora el nivel de preocupación estaba por las nubes.
Nos quedamos ahí parados un rato,
mientras la tripulación iba y venía, bajaban a hacer algo con el motor que
desconocemos y se hablaban entre ellos en tailandés. Si había algún problema,
nunca lo comunicaron, pero puedo decir que nadie tenía una sonrisa en la cara.
Al rato, nuevamente meciéndonos de un lado para el otro y ahora sí en un
recital de vómitos, emprendimos la vuelta al puerto que llevó como una hora y
algo más. Cada vez que le preguntábamos al capitán cuánto faltaba para llegar
nos decía veinte minutos. Fueron los veinte minutos más largos de la historia.
Llegamos vivos al puerto y el éxodo
fue grosero y no por obligación. Más de la mitad de los pasajeros prefirieron
bajarse del barco y perder el dinero antes que seguir la “aventura”. El capitán
sin embargo dijo que el paseo seguí, que era una parada para comer y después
iríamos a otra playa. “Eh…no gracias igual”. Volvimos al hotel agradecidos de
estar en tierra firme. Otros, siguieron el paseo.
Por la tarde, porque todo lo
anterior fue durante la mañana, partimos en grupo hasta el restaurante de
siempre bajo lluvia, hambrientos porque habíamos rechazado la comida del tour.
Almorzamos algo y permanecimos ahí toda la tarde conectados a internet, pasando
el tiempo.
Para la noche una compañera había
conseguido un bolichito en la playa en donde nos pondrían la música que
nosotros quisiéramos. Ahí nos juntamos a bailotear un rato, estuvo bueno.
Después de eso sí, volvimos al hotel a descansar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario