viernes, 8 de junio de 2012

Día 56 – ¡Tour de la muerte!


Una vez más nos encontramos con un día gris, lluvioso y muy poco atractivo. Igualmente teníamos que ir hasta la agencia por si nos decían que el tour se hacía igual y nosotros ya habíamos entregado todo el dinero. Desayunamos y allá salimos.

Para esa hora todavía no llovía. Nos juntamos cuarenta y ocho compañeros del grupo de viaje más cuatro o cinco extranjeros (un par de franceses y algunos japoneses). El “capitán” del barco nos dijo que podíamos salir, que el tiempo estaba bien y que “un poco” de lluvia no era problema. Le creímos como unos ingenuos y nos subimos a un barco bastante grande con dos pisos, el primero con una gran parte techada y arriba con un pequeño techo en el centro.

Para esa altura ya estaba lloviendo un poco, pero después se detuvo. Salimos desde el puerto con mucho entusiasmo y grandes expectativas por conocer algunas de las grandes playas de phi-phi. Tras media hora de viaje o poco menos, el viento empezó a soplar y eso trajo consigo las primeras olas.

El barco se empezó a hamacar, primero un poquito y después MUCHO. Yo no quiero sonar como un exagerado, pero nos dijeron (después) que las olas alcanzaron hasta los tres metros. Por momentos realmente parecía que el barco se iba a dar vuelta. Para peor se largó a llover CON TODO, por lo que éramos cincuenta personas apretadas bajo el pequeño techo del piso de arriba mientras el barco iba de un lado para el otro. Ahí aparecieron las primeras caras de mareo y síntomas de nauseas.

Como sabios precavidos, nos habíamos tomado un “aeromar” cada uno, los cuales podrían haberse cotizado como oro en ese momento. La lluvia que golpeaba fuerte estaba muy fría y algunas compañeras empezaron a temblar, un poco por el frío y otro por el susto. Ahí se me cruzó por primera vez por la cabeza la expresión “a la mierda, ¿dónde nos metimos?”.

Por si alguien se lo está preguntando, la tripulación del barco mientras se mataba de la risa y nos decían que todo estaba bien, pero era difícil creerles. Así viajamos cerca de una hora y media hasta la primera parada, la playa bamboo. Capaz que es un divino lugar en condiciones normales, pero en este día en particular era una playa normal y hasta sucia que no valía la pena.

Al principio, cuando el barco se detuvo, pensé que claramente el tipo estaba loco y que nadie se iba a bajar. Dado que era un barco grande, no podía acercarse mucho a la orilla, por lo que ellos llevaban (a quienes quisieran) en kayak o se podía ir nadando; la distancia era cerca de cien metros. Yo no podía entender cómo era posible que no estuviéramos yendo de vuelta al puerto. Ahora sí ya eran MUCHAS las personas con cara de preocupación y varios los que estaban vomitando. Le pregunté al capitán si después de esa parada volvíamos y me dijo que primero iríamos a otra playa y después sí al puerto. Claramente el tipo estaba demente.

Los compañeros, ya mojados y aprovechando que estaban ahí, empezaron a cruzar hasta la playa. Al principio me parecía una locura, pero terminé yendo yo también. Ro prefirió quedarse en el barco aunque ella por suerte no se sentía mal pero no quiso arriesgarse. Me fui en Kayak con un amigo bajo la lluvia.

Media hora o poco más después, volvimos en tandas hasta el barco. Yo (que ya tenía ganas) me añadí a la invitación de un amigo para ir nadando y nos tiramos al agua (con un chaleco salvavidas por las dudas) y nadamos el trecho de aproximadamente cien metros. Eso sí estuvo bueno y con corriente y todo fue muy cansador. Cuando faltaba volver dos o tres personas se largo a llover MUY fuerte y acompañado de MUCHISIMO viento. Ahora el nivel de preocupación estaba por las nubes.

Nos quedamos ahí parados un rato, mientras la tripulación iba y venía, bajaban a hacer algo con el motor que desconocemos y se hablaban entre ellos en tailandés. Si había algún problema, nunca lo comunicaron, pero puedo decir que nadie tenía una sonrisa en la cara. Al rato, nuevamente meciéndonos de un lado para el otro y ahora sí en un recital de vómitos, emprendimos la vuelta al puerto que llevó como una hora y algo más. Cada vez que le preguntábamos al capitán cuánto faltaba para llegar nos decía veinte minutos. Fueron los veinte minutos más largos de la historia.

Llegamos vivos al puerto y el éxodo fue grosero y no por obligación. Más de la mitad de los pasajeros prefirieron bajarse del barco y perder el dinero antes que seguir la “aventura”. El capitán sin embargo dijo que el paseo seguí, que era una parada para comer y después iríamos a otra playa. “Eh…no gracias igual”. Volvimos al hotel agradecidos de estar en tierra firme. Otros, siguieron el paseo.

Por la tarde, porque todo lo anterior fue durante la mañana, partimos en grupo hasta el restaurante de siempre bajo lluvia, hambrientos porque habíamos rechazado la comida del tour. Almorzamos algo y permanecimos ahí toda la tarde conectados a internet, pasando el tiempo.

Para la noche una compañera había conseguido un bolichito en la playa en donde nos pondrían la música que nosotros quisiéramos. Ahí nos juntamos a bailotear un rato, estuvo bueno. Después de eso sí, volvimos al hotel a descansar.

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